Esa Edad

Estoy en esa edad en que los niños, me llaman señora, los adolescentes de usted y los ancianos de “nena”.


Estoy en esa edad, en que si ya no te hiciste millonario trabajando, tienes que confiar en la lotería y que el estado no quiebre en los próximos 20 años.


En la edad, que recuerdas el “yo era” y cada mañana miras con miedo al espejo por si “cayeron todos de golpe mientras dormía”.


En la que, si no tuviste un hijo, te conformas con un sobrino o el hijo de un vecino, si no escribiste un libro, aportas una servilleta de bar con cuatro garabatos y en forma de desplegable, te sirve de excusa, y si no subiste en globo, damos por válido el vivir en un ático y llegar a él en ascensor; Y cambiamos, el plantar un árbol, por esa hortensia que un verano, te dio por comprar semilla y ponerla en un tiesto en un balcón.


Esa, que tenemos que subir a la planta siete del corty, SEÑORAS, sin parar en la planta juvenil, puesto que es una grosería a la vista de los demás y a nuestro espejo si en vez de mirarnos el ombligo, nos miramos las arrugas.


La de me importa hoy, y el futuro de mis hijos, pero quiero vivir día a día, momento a momento, sentimiento a sentimiento, sin adelantar ni lagrimear. Ya no quiero huir.


La misma edad, en la que importa, hablando de sexo, uno y dedicado, que descargar la metralleta sin soltar el gatillo.


Esa en la que quieres verte reflejado en otros ojos, y al mirarlos, saber que se reflejan en los tuyos, limpios.


En la que empiezas a usar compresas sin tener la menstruación, los tacones más bajos, los sujetadores más largos de tirante y más pequeños de copa, miras a través de unos cristales, y te haces chequeos anuales.


Pero sobre todo, estoy en la edad en la que amar, se escribe con la experiencia de las derrotas, con la destreza de las heridas, con la fuerza de los años, y la sabiduría de los engaños.


Si hoy amara, sería eterno.