martes, 18 de octubre de 2011

14 de Agosto







Otra vez, un año más, cada uno de ellos me repito la misma frase, pero aquí estoy.


Dejo el coche aparcado, y vuelven las risas evocadas de toda una infancia. Los recuerdos se agolpan anarquicos sin respetar el orden ni las consecuencias.


Las lágrimas se me confunden al esbozo de las sonrisas.


En las manos llevo un ramo de tulipanes que caerá al vacio, sin destinatario que lo admire.


Un intento de no cruzarme con nadie, aunque sé que detrás de cada ventana hay unos ojos conocidos que darán la voz al viejo y pequeño pueblo, y será invitable.


Y subo al Castillo, que después de tántos años, sólo quedan cuatro piedras que intentan recordar con menos acierto que realidad, que allí se eregía un palacete en tiempos de los romanos, y desde niña, subíamos a merendar lo robado en la era de algún padre conocido.


Mi primer novio sale siempre a mitad de camino, nunca me dice nada, se acerca, me dá un beso en la mejilla y me rodea con sus dedos el entorno de mi cara, sus ojos se llenan como los míos de agua que no se convertirán en lágrimas, me coge la mano, me dá otro beso y se va, junto a su mujer y sus hijos. Baja del Castillo.


A medida que voy subiendo la empredada cuesta, me cruzo con más vecinos, amigos con los que fuí a bañarme a las acequias, con los que me subí la primera vez en motocicleta sin casco, con los que bailé en diferentes fiestas mayores a las que acudi en auto.stop, aquellos que me regalaron una infancia llena de misterios con historias que hacíamos realidad con meros objetos a los que seguir la pista, mi primer beso en una noche en las que las estrellas caían fugaces y alguien cantaba desafinando "El gato que está triste y azul..."


Se acercan, me dan besos, me abrazan, y los más atrevidos me preguntan si me quedaré unos dias sabiendo que no responderé, "¿cómo están tu madre y hermanos?, diles que les echamos de menos", "Gracias, todos bien, me alegro de verte".


Llegando a la cima del pequeño montículo, está como cada año, lleno de flores tiradas por el suelo, me rompo como siempre, y caigo de rodillas, con el corazón encogido y ese nudo en la garganta que sólo se alivia con un mar de lágrimas.


"14 de agosto del 2000, No has muerto en nuestros corazones, cada ceniza será parte de éste pueblo y de los que te amamos. Gracias por darnos 30 años de tu vida"


Reza limpio y como si fuera ayer.


Son pequeños puñales de mi historia, todos duelen por hermosos, con cada paso entiendo que será imposible no regresar por mucho que como éste año, como cada año hace 10, me diga al poner la llave en mi coche, que no he de volver

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