martes, 15 de mayo de 2012

elucubraciones





Podríamos comparar nacer, con escribir un libro, esa hoja en blanco sobre la mesa y el lápiz o pluma de un escritor… todo por andar, todo por hacer, todo por escribir. Un camino de ilusiones, aficiones, frustraciones y especialmente ese factor que creo que, pedantemente  le llamamos destino.

Al Destino, es al que trataremos de justificar muchas veces nuestros fracasos y también lo usaremos de excusa para nuestras frustraciones, sin embargo, la vida es un juego de naipes, el destino es quien baraja las cartas, pero nosotros somos los que las jugamos.

En otras ocasiones también tratamos de justificar los errores con otro concepto, y debo confesar, que tengo especial predilección por ella: la inmadurez. Y es peligroso, porque con el tiempo es la responsable de demasiadas equivocaciones. 

Por esto una comprende que tantas veces a lo largo de la historia la inmadurez haya sido una especie de virtud original del ser humano; porque el progreso, en muchas ocasiones, ha llegado por la desobediencia y la rebelión de los inmaduros y eso que llamamos coherencia y seriedad como signos de madurez es una falta de imaginación y un exceso de superficialidad la mayoría de las veces.

Y  a lo largo de esas páginas llamados años, se crean ilusiones, aficiones y consecuentemente frustraciones. Y todo esto sabiendo que en la vida las ilusiones no son otra cosa que esperanzas acariciadas según una afición primaria o una inclinación por algo.

Es lógico pues, que cuando esta experiencia emocional no se ve compensada con la satisfacción que se espera, a eso se le llama frustración. Luego le sigue, casi siempre, el fenómeno conocido como obsesión, y no es otra cosa que la aparición de ideas, sentimientos que no pueden apartarse de la mente con la carga que supone desde el punto de vista de la lógica, el  raciocinio y el gran potencial conflictivo y ansiógeno que representa, situándose con prioridad conceptual y dominante en la vida de los obsesos. Hasta el punto que con las obsesiones y las riquezas ocurre como con el agua salada: cuanta más se bebe más sed da.

 Y ahí entramos, sin querer en el terreno de los rencores, de la psiquiatría y quizá en el origen de los sectarismos también.

Pido  perdón por esta serie de pensamientos no demasiado originales. Sin embargo, de verdad hago votos, si es que algún obseso lee este blog, para que aproveche estas elucubraciones concienciando de una vez por todas sus prioridades honestamente, fríamente, sinceramente y, si es posible, pueda superar sus obsesiones para bien suyo y, con suerte, también de su entorno.

martes, 8 de mayo de 2012

Edición Limitada




Si, es cierto, no  puedo negar que soy un ser extraño, egoísta, soberbio, quizás un monstruo.

Soy una persona difícil de entender, de soportar, de querer, de amar.

Porque yo, si, yo tengo el vicio de comunicarme, de preguntar lo que no entiendo, de compartir lo que siento, de emocionarme, de sufrir, cantar, llorar, reir, bailar, entregar, esperar, pedir.

Porque yo, si, yo tengo la manía de querer saber, aprender, escuchar, explicar, recordar, sentir, porque observo, analizo, valoro, agradezco.

Soy una mujer complicada, insoportable, irritante, quizás aborrecible.

Soy un animal odioso, peligroso, curioso.

Porque yo, si, yo pienso, decido, pido, doy, por que aprendo de mis errores, del dolor, del pasado, porque no quiero repetir las muertes en vida que ya he vivido.

Porque soy pasional, emotiva, impulsiva, decidida, independiente, tierna, sensible, fuerte, inteligente, sociable, amable, cariñosa, exigente.

Soy un ser animal, femenino, extraño, que vivo atada a las emociones, a los sentimientos, a la única forma de vida que conozco, que amo, siento y pienso con toda mi piel y todas mis tripas, que tengo los ojos llenos de lágrimas y recuerdos a partes iguales, las manos llenas de letras, los brazos abiertos...

Soy caótica en mis afectos, cuando amo no tengo límites, cuando me traicionan nunca vuelvo, cálida hasta la primera puñalada, hóstil después de cada herida. El instinto en estado puro, la ilusión por estrenar en cada vuelta del camino.

Y me dicen que soy rara. Y ahora que lo releo, parezco tan normal como cualquiera.

O no.

Y que más da, si al final, nos queda aquello que nos dio suficiente aliento para seguir viviendo.