viernes, 29 de junio de 2012

A euro!!!



"A peseta, a peseta", gritaba en mis años niños, un bebedor de vino por Horta, de esos que no sabías la edad que tenía, ni el lugar donde dormitaba, asustaba a los niños y era ejemplo de los padres para que al menos, aprobáramos el curso.

Mi padre se acercó una vez al grito de "A peseta!!!", y le preguntó, ¿Qué vendes?, su respuesta fue..."nada, pero a qué es barato?".

Me recordó la anécdota, el pasear por el mercadillo que los lunes ponen a pie de mi barrio, entre las muchísimas personas que andábamos por el centro de las calles, se oía el cantar cansino de una parada lejana, " A euro, a euro, a euro, no se lo pierda, a euro, a euro, María a euro, vamos que se acaba, a euro, a euro".

La cantinela cansina y repetitiva del gitano de mercado, se metía dentro del cerebro y ya tenía ganas de llegar a su parada y encontrarme con la gran oportunidad de mi vida de gastar un euro en mi mejor oportunidad.

Llegando al punto, entre la marabunta que a paso lento visitaba una y otra parada, se hace una rueda alrededor del cantarín " A euro, a euro, no pase de largo, a euro María, a euro...". Si me pongo de puntillas, igual admiro mi próxima compra, pensé.

Me hice mi sitio y llegué a posicionarme en primera fila.

Mi sorpresa me hizo pensar mucho, en el malgastado dinero de muchos estudiantes de publicidad, estoy convencida que un día de mercadillo hará un master en el futuro de muchos.

El dicharachero vendedor de "A euro", me ofrecía una bolsa de 3 cabezas de ajos.

Y como era "a euro", compré.

viernes, 22 de junio de 2012

Por pedir...se puede










Por pedir...se puede.


Por pedir, pido veinticuatro horas a tu lado en las que nos dé tiempo a todo menos a perder el tiempo.

Se puede pedir un amanecer perezoso entre sábanas tibias, el sol acariciando la ventana.


Se puede pedir un beso adormilado, un café esperando en la cocina mientras le canto a tu toalla.


Por pedir, pido y preciso que exista un preciso momento, en el que se te escape un beso cuando menos te lo esperes, y cuando más lo lleve esperando yo. 

Se puede pedir que se mueran los relojes por un día, que se borre la calle, que se apaguen los ruidos.


Se puede pedir un paseo de la mano, una risa en el hombro, un suspiro acompasado...


Por pedir, te pido en una tarde lluviosa, dentro de una casa sin gente, sobre un sofá sin cojines (para que sólo puedas abrazarte a mí), enfrente de mi película favorita… Bueno, si quieres enfrente de tu película favorita… bajo una manta que haga de telón tras el que actúen nuestras manos; marionetas manejadas por los verdaderos sentimientos.


 Me pido entonces tus dedos acariciando mi brazo, y mis cosquillas jugando al escondite con ellos 

Por pedir…se puede.

Se puede pedir que se caigan a trozos las fronteras, que se acorten las distancias, que se borren los mapas.



Se puede pedir un baile lento, una canción que nos envuelva los sentidos, volar a cuatro alas.

Se puede pedir un aquí y ahora, un hoy y siempre, un ayer que sea mañana.


Por pedir…se puede



Por pedir, pido dar un paseo al mismo paso, frenarnos en seco de repente, y mojarnos los labios sin que nos vea la gente. 


Pido, mientras caminamos por cualquier calle,llevarte y traerte al contarte cualquier estupidez, agarrando con mi mano tu brazo, como si de un acordeón te tratases, y tu risa fuese la mejor de mis melodías..y después.. en un intento por no dejarme ir, y 
me hagas perder todo menos la sonrisa…

Se puede pedir la compañia perfecta, la complicidad exacta, el ritmo preciso, latidos sincronizados, sentimientos enlazados, una dosis precisa de ida y vuelta, lealtad, entrega.

Por pedir...

jueves, 21 de junio de 2012

Vagabundo





Estoy convencida de que existe en cada pueblo, cada barrio de una ciudad grande. Yo he visto alguno, pero hubo uno  en especial, tuve intriga por él.

Lo vi al borde de una carretera comarcal andando hacia ninguna parte con esa sensación de libertad, y no de angustia, que da el poder caminar sin rumbo, sin prisas, sin agobio hacia no se sabe dónde. 

Me sorprendió relativamente; por eso pregunté en las tiendas, a los vecinos. Y todos le conocían. Sin saber su nombre, su origen, sus señas, su realidad, su historia, pero todos sabían quién era aunque nadie sabía con certeza lo que hacía. 

Aparentemente, sólo era un vagabundo….

Iba sucio, pero no mucho, andrajoso, pero cuantas veces lo vi, iba exactamente igual de sucio y humillantemente andrajoso.

Su biografía era inventada a diario por todos aquellos con los que se cruzaba.

Un rostro sin barba ni bigote convencional pero con la sensación más evidente de muchos días sin afeitar. 
Pelo largo pero no espectaculares melenas. Piernas delgadas, muy delgadas, con pantalón corto por estar recortado, tanto en invierno como en verano y unos zapatos que no eran zapatos sino un elemento de no sé qué material que, dejando medio desnudos los pies, parecía un vendaje aplicado sobre una simple suela de alpargata o de zapatillas. Todo ello simulaba una especie de zapato militar, sin serlo evidentemente, o una bota rara, muy rara. Siempre parecía hablar con un teléfono móvil sin manos pero hablaba en realidad consigo mismo, murmuraba, maldecía….

El  tiempo le hizo más huraño y agresivo. Más antisocial aunque yo pienso que lo era totalmente desde siempre. Jamás le vi hablar con alguien sino para pedir un cigarrillo, o dinero para vino.

Pero repentinamente desapareció y yo pregunté por él. 

Unos me dijeron que un coche le había atropellado, otros nombraron la palabra suicidio en la vía del tren, algunos citaron su expulsión del municipio por un acto, dicen, de agresión no sexual, a una ciudadana.

A mí no me sorprende que de alguien del que no se sabe la historia real tampoco se llegue a conocer su desenlace. La última referencia que tuve fue que le habían ingresado en un centro para tratamiento psiquiátrico. No me pareció imposible.

Y ahora mismo no sé si volveré a verle en otra ocasión, pero os juro que me gustaría, de verdad, encontrarle otra vez, no necesariamente más aseado, caminando por el arcén de una carretera comarcal.

domingo, 17 de junio de 2012

La cuerda



Recuerdo que de niña hacíamos dos bandos para jugar a tirar de la cuerda...tensa y tira, tensa y tira.

Durante un buen rato los dos bandos se acercan a la raya límite, pero no se sobrepasa, las fuerzas están igualadas, y todos siguen tensando y tirando hacía su lado.

Un segundo basta. Alguien en un instante baja la presión y respira soltando la cuerda. Y se aprovecha ese pequeño momento para tirar y tensar y hacer que como si fuera una escalera de fichas de dominó, todo el resto del grupo caiga, pasando el límite de la raya y oyes el griterío de los ganadores a medida que van traspasándola. 

Todos hemos ganado y perdido en el juego de  tirar de la cuerda, una veces hemos estado en el grupo ganador y otras en el que perdió, y seguimos tirando y tesando a la vida.

Una de las veces se rompió la cuerda y perdieron los dos.

Seguimos jugando, tira y tensa, ¿compensa?

No si giras la cabeza, no si duele, no si te limita, jamás cuando es venganza, maltrato...los juegos acaban haciendo daño, aunque sean los infantiles cuando los pasamos a la edad adulta... tira y tensa.

Los únicos juegos que no duelen son los que se comparten con amor entre sábanas.

martes, 5 de junio de 2012

Mariposas





Todos, creo, hemos sentido dentro del estómago como un vuelo de mariposas inoportuno. 

Esa es  una sensación muy selectiva que se produce en momentos específicos y particulares. Algunos le dan una u otra explicación, pero creo que no deben de confundirse, yo las identifico como nervios.

Se tienen cuando una ha de enfrentarse a situaciones comprometidas, difíciles; cuando es preciso improvisar, cuando no se está preparado para afrontar un problema determinado y se es consciente de ello. 

Pero todo esto no son mariposas en el estómago. 

Los nervios se ven, se notan, se manifiestan de alguna manera, se palpan; las mariposas son invisibles para los demás y a veces hasta para uno mismo pero están ahí, revoloteando indefectiblemente aunque sólo sea durante un instante, a veces largo, pero un instante o unos instantes solamente.


pongamos el escenario de un teatro, y no sólo la noche del estreno; a veces más noches, más días, semanas... Se apagan las luces, se sube el telón, y en el escenario deslumbran como nunca a pesar de la experiencia. Estoy convencida de que,justo en ese momento, a más de uno de los actores le apetecería echar a correr sin detenerse mientras su cuerpo aguantara; huir de ese espacio estrecho entre bastidores donde tantas veces se acumulan auténticas bandadas de mariposas. 

Después, ya en escena, las mariposas, afortunadamente, desaparecen del estómago del actor o de la actriz, no se donde vuelan, pero sabes que ya no están, se han liberado.


Se me ocurre pensar que me gustaría ver más mariposas en otras muchas circunstancias antes de llegar a la hora de la verdad. Y pienso en salas de congresos, en Plenos municipales, en Consejos de Ministros, en órganos de decisión en momentos en que una resolución puede ser trascendental para muchos; en Palacios de Justicia, en Frentes Monetarios de todo tipo, en explotaciones laborales y deportivas y en tantas cosas más... 

Me cuesta creer que no hay, quizá, suficientes mariposas que sepan revolotear en estos escenarios. Tal vez lo que faltan sean estómagos capaces de albergarlas.