martes, 18 de octubre de 2011

El Tren



Hace muchos años, tantos que ni me acuerdo, decidí coger un tren, así, sin mirar, sin pensar.


La elegancia de viajar me transportaba, sin tener mejor argumento que el tren era la mejor manera de tener una experiencia inolvidable y que me llevaría a lugares maravillosos.


Con el tiempo, el tren se estropeó,quedó parado en una estación y no se movía, ni alante ni atrás. Yo no entendía de la mecánica de ese sistema, así que pregunté e intenté informarme, si era de carbón, si era eléctrico, si era de juguete y en un sueño me había montado una historia..., cada revisor al que me dirigía, me comentaba una historia diferente, y acabé liándome sin saber cómo arreglar el tren.


Un día, el conductor vino a mi departamento, y me dijo, que sintiéndolo mucho, tenía que desalojar y coger otro, pues ya no había solución para él comboy, y seguiría su camino vacio, para llegar a algún destino.. pero separados.


Me quedé en la estación, pasaron días, semanas, meses, años.


Se unían a mi diferentes personas, otras que como yo, vieron su transporte finalizar, y allí hicimos amistad.


Hombres y mujeres, nos pasábamos los días, contándonos nuestra historia sobre el tren, y las ganas que teníamos de coger otro hacía algún lugar.


Paraban diferentes, y yo, miraba cada uno de ellos desde la puerta al interior. Unos eran demasiado oscuros, no me dejaban ver nada, otros tenían demasiada luz, y me cegaba.


Ví como algunos de mis compañeros de estación, subían a otros trenes, nos despedíamos en el arcén, dándonos ánimos y consejos para un nuevo viaje, y cuando el tren hacía sonar su silbido, iniciando la marcha, todos los que quedábamos, nos mirábamos sin decir nada.. el silencio durante los próximos días, era más que nunca ruidoso, se oía cada respiración, cada aliento, cada pensamiento, cada anhelo.


Otros cambiaron el sistema de viaje, y usaron diferentes maneras de locución, perdí la pista de los viajeros, siempre tenía compañero de arcén.


Y yo, quería coger el siguiente tren, y un día me atreví y subí, sin embargo era lento y me parecía que nunca llegaría al destino, me bajé de nuevo y decidida, sin pensarlo de nuevo, accedí al siguiente tren, éste corría tan veloz que me aterrorizaba. Bajé de nuevo, con el corazón aún en la boca.


Hoy. no espero ningún tren, aunque sigo yendo a la estación y observo, y dejo que mi imaginación vuele dentro de cada departamento, llego a muchos destinos, sin moverme siquiera del banco de hierro al que me gusta sentarme a verlos pasar.


Pero ya no quiero subir a ninguno, simplemente espero que alguno pare y siga mi ritmo, paso a paso, porque me dí cuenta, que cada cinco minutos pasa uno, pero no todos te llevan a dónde quieres ir.

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