domingo, 4 de marzo de 2012

Golosa





Mi pecado es el dulce, esa tentación después de comer que viene ataviada en colores y azúcar.

Se te van los ojos, golosa, degustando los sabores que conoces y se te despierta el deseo incontrolado de descubrir nuevas texturas.

Intentas contenerte y empiezas de "a poquito", lamiendo suavemente y despacio lo que cabe en una cucharita de café. Con timidez.

Y se te despiertan los sentidos, has empezado a pecar y ahora el diablo te tiene en su poder. Necesitas más.

Y él conoce tu debilidad, te domina y doblega tu poca resistencia, caes vertiginosamente por el precipicio de los sentidos.

El placer del dulce sólo comparable al sexo, que una vez empieza a acariciarte, se abre el apetito insaciable de cada poro de tu piel, dejándote transportar por cada sensación y olvidando, una a una, las leyes que te impones para no caer en la tentación.

Abres la boca y con la lengua empiezas a saborear la nata, dándole vueltas para que no se acabe con prontitud, y te olvidas que estás acompañada y cierras los ojos, y entra como una bala directa a tus entrañas, abriendo un boquete que no duele. Quieres más.

Sucumbes, no hay nada ni nadie, sólo el postre y tú, y lo vas a devorar, a saciar años de régimen absurdo e imposiciones de castidad. Te deleitas con la cuchara, y el calor del azúcar se enciende contagiando a quién te mira, Erotismo en esencia.

Los tímidos gemidos aparecen, con el siguiente bocado. Ahora ya no hay vergüenza, hay apetito y cada nueva cuchara  te transporta a un nuevo paraíso inimaginable, desconocido y nuevo. No importa que durante años te dijeran que no te lo merecías, que no debías, que estaba prohibido y tenías un aspecto deplorable. El que hoy te ofrece el postre, quiere verte gozar y no te sentencia. Gracias.

Anoche pequé y hoy desperté con la calma del placer. Esa paz que sólo se consigue cuando no te juzgas por el delito de ser feliz.

2 comentarios:

  1. Comparto, y admiro, tu frase de despedida, la de esta bloguería, Yolanda. BN

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