lunes, 13 de febrero de 2012

El cielo






Está encima de nosotros todo el tiempo, nos rodea y nos cubre.



Hay días que alzamos la vista y nos parece un gran presagio, porque su color es agradable, no hay nubes a la vista, todo está claro y el sol le da luna luz especial.
Esos días en que todo parece posible, en los que nos llena de energía para abordar la vida con una sonrisa, con fuerza.

Otras veces el gris lo cubre todo, ese gris que no es marengo, que es un gris sucio como el desprecio, húmedo como las lágrimas, oscuro como el egoísmo, triste como el dolor.
Esos dias en que uno se siente cansado de que nada sea como debe ser, en que se hace mil preguntas que no tienen mas respuesta que comprender que la única respuesta posible es no hacerse esas preguntas.

El cielo cambia, como cambian los sueños, todos son distintos, todos son posibles, nunca se repiten, van pintándonos paisajes diferentes a lo largo de los días, de la vida...

Hay atardeceres rojos que no terminan de romperse, que sangran su pena entre lamentos que desparraman reflejos dorados en nuestros pies, como puro fuego.
Y otros tintados de púrpura, jugando entre las nubes al desconcierto, vestidos de mujer preparada para una lucha a muerte con su amante, que van lanzándose a la noche sin mirar atrás.

La luna se asoma, dama blanca poderosa, con su luz que nos ciega el olvido y nos hechiza de tormento, tan hermosa, tan fría. La dueña de todas las mareas, la que nos mece en sus brazos para lanzarnos al infinito como el mar estrella el agua contra los escollos.

Hay cielos estrellados en las noches de esa luna, con miles de destellos salpicando un fondo oscuro, negro, como el deseo, profundo como los sentimientos.
De vez en cuando cae una estrella, dibujando un camino que los ojos persiguen, otras veces hay un rastro encendido que nos deslumbra, como un cometa en el que se pierde nuestra mirada mas allá de todo pensamiento, y en ese solo vemos lo hermoso de su trayectoria, brillante, fuerte, arrasador, sin pensar en que, como las demás estrellas, termina cayendo, y destroza todo lo que se cruza en su camino. Es su naturaleza, nace para morir, pero matando.

Quedan millones de estrellas parpadeando sobre el gran lienzo de terciopelo que nos cubre, las nubes vienen y se van, como las tormentas cuando amenazan con ahogarnos todas las emociones. Llegan, nos empapan, nos arrollan, pero luego la calma se las lleva lejos.

Y de nuevo el sol toma la vida al asalto y nos calienta el alma herida, dueño y señor del firmamento cuando la luna le deja volver.

2 comentarios:

  1. Inmenso. Hay una cancion de Milanes que nos muestra cual es el universo, Yolanda, al margen de la musica, tu retrato es, tambien, inmenso.
    Un abrazo y, ah, tienes razon, es inmenso.

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  2. Sí, Enrique, conozco la canción de Milanes, precioso como todos sus temas.

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