lunes, 24 de septiembre de 2012

Terror





Te vi sin querer, sin pensarlo, sin buscar en absoluto el lugar y el momento de encontrarte. Pero estabas allí como yo. Seguramente fue sólo por casualidad, por esa chorrada que algunos llaman azar,  pero lo cierto es que los dos, inconscientemente, estábamos en el  mismo sitio al mismo tiempo. Ambos tratamos de disimular, de ocultarnos el uno del otro porque la situación no era normal o no debía serlo. Por esto ni tú ni yo dejamos de actuar como dos extraños. ¿Por qué?

Algunos, la mayoría, a esto lo llamarían condicionamientos sociales o algo parecido. Yo pienso que era alguna cosa más, inesperada sí, pero no del todo. Pero ahora estabas allí, realmente allí, aunque no de forma casual, al menos por tu parte. Y yo estaba segura de que era así.

 Entonces fue bonito creérselo, pero ahora…, no puedo recordar. Me han dicho que duró tres horas y después un infinito. Vosotros lo sabéis, si lo sabéis, mejor que yo pero creo que debió hacerse realidad la frase: “Ahora ya no puedo dejarte”. Pero ¿dónde?

He oído alguna vez de la existencia de unas cajas en las que es posible encontrar la solución de muchas preguntas, pero en demasiadas ocasiones son tan negras como las respuestas que alguien espera obtener de ellas.

 Ni yo ni nadie a los que ahora nos importa poco o nada esta cuestión, podemos ni tan siquiera, mostrar indiferencia.

Ya no es necesario ocultarnos el uno del otro y después de todo y de todos. Pero creo que, en medio de esta profunda oscuridad, también en este instante, hay algunos niños,  ya sin futuro y casi sin historia. Es triste.
Pero quisiera borrar ahora una imagen de nada con una inscripción un tanto intrigante, desmoralizante y absurdamente trágica.

Porque “Ahora no te veo aunque quisiera porque no puedo ni pensar ni buscar el lugar ni el momento. Pero sé que estás ahí; seguramente sólo por casualidad, por azar o por lo que sea pero lo cierto es que todos, tú y yo y todos sin querer estamos en el mismo sitio, al mismo tiempo, inconscientemente”.

En el mismo sitio, en el que un malnacido puso una bomba y la hizo estallar. Por una idea absurda de religión, política o nacionalismos mal aprendido, por un Dios que no conoce, un País que no le reconoce, un nacionalismo que no entiende, pero él, obediente, pulsa el botón de la muerte, y allí acaba su vida, junto a otras desconocidas.

En el mismo sitio, donde algún empresario del tres al cuerto ( Ryanair ), decide que sus aparatos no necesitan revisión, ni mantenimiento, ni siquiera piloto, es un negocio señores, y hay un acuerdo con el diablo, por almas en vuelo a bajo precio, low cost.


Adiós mi amor. Da ganas de gritar. Ya hemos llorado. Gritar y  llorar, sólo nos queda aliento.

Que alguien pare los pies, a cualquier terrorista, sea cual sea su modo de aterrar.

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