Días y días de pensar y deambular, de no dormir ni soñar, esa tensión que se puede cortar, que te invade al entrar y se mantiene. Como una mano agarrándote la boca del estómago.
Y sin saber qué desencadenó qué, la
puerta se cerró con un portazo. Y después el silencio. Un silencio que nadie
se atrevió a romper. Por miedo, por timidez, por intranquilidad de conciencia;
seguramente por nada de todo esto o quizá por todo en conjunto.
O, sencillamente,
porque allí, detrás del portazo, sin saberlo, había quedado algo que en otro
tiempo dirían inconfesable, presumible pero inconfesable y que, ahora, con el
espacio de unos días no habría ningún problema en comentarlo e incluso
chulearse de ello.
Porque hoy, ayer y siempre chulearse es un deporte que suele
gustar a todo el mundo cuando se convierte, lo hace con convicción y, casi
siempre, en secreto en el día de hoy. Yo conozco a bastantes individuos
portadores de un grado de chulería indescriptible. Un portazo…
El
sexo, el dinero y el poder son las tres fuentes más importantes que nutren el
ser humano. Son, con toda seguridad, lo más trascendental para sentirse
alguien; lo que conlleva una mayor dosis para chulear frente a todo.
Le siguen la venganza y los celos de cerca, para herir sólo hay que chulear, humillar y sonreír, aunque lo que te quede dentro, sea un frío que no hay manta capaz de calentar.
Todo es cuestión se sentirse mejor, y aunque tengas que utilizar para ello a quién dices amar, respetar o adorar, si hay que humillar, pisar o tirar al barranco, mejor si utilizas a una mano inocente que empuñe la espada que hará cicatrizar tu alma. Pero chuleas y humillas. Portazo
Para ser o
aparentar que se es alguien en este mundo. Especialmente lo segundo. Para
presumir, en definitiva, de tener más que aquel, de gastar más que aquel, de
mandar más que cualquiera. Sólo así se desborda lo que llamamos chulería
aunque, en el fondo, sea muchas veces triste y nada envidiable.
Porque la
chulería, tanto en el fondo como en la superficie, da pena. Porque la mayoría de
las veces se resume sólo en un portazo. Porque es sencillamente nada aunque
creamos que muchas cosas, actitudes, ideas son o parecen algo importante y no
son más que humo pero nos hacen sentir trascendentes, brillantes, sin ser otra
cosa que ilusiones. Vanas o no, ¿qué más da? Pero son seguramente meras
fantasías.
Esa
pareja que atrae la mirada de unos cuantos y sorprende a más de uno al cruzar
una calle espectacular.O la evolución patética de un puesto de mando que va a llevar toda
una vida de solicitud de favores, consejos, peticiones, cambalaches más o menos
importantes que crean chulerías de poder. O aquél que piensa que su cuenta bancaria es lo que le hace mas persona. O esa que no admite que se acabó con un portazo.
Todo esto puede ocurrir en poco
tiempo y sentir súbitamente un cierto grado de hinchazón general. Entonces yo
pienso que la chulería es inevitable. Y no es nada parecido a la amistad, al
compañerismo, a la satisfacción de dar, de poder servir, y no de tener algo
especial.
A mí me da pena pensar que basta una sola palabra para definir
conscientemente todo esto, o mejor con unos conceptos demasiado unidos: Portazo, Silencio, Rivalidad, Humillación, todo ello en definitiva, se concluye en Orgullo.
Comprendido, Yolanda. MB
ResponderEliminarNo dejes de escribir nunca.
bueno cuqui, un poco chula me vas pareciendo. Enhorabuena.
ResponderEliminar