Se afanaba en recopilar
fotos, poniéndolas en orden en un nuevo álbum de recuerdos y escribiendo debajo
el nombre de las personas que aparecían en ellas; En otro, ponía pequeñas cosas
que a lo largo de su vida había guardado porque le traían imágenes de tiempos
buenos, una entrada de cine de hacía años porque allí, tuvo el primer beso,
otra de ballet que le regaló para su primer aniversario, la entrada de la primera
vez que pisó el Liceo, los billetes de su primer vuelo en avión y recordó esos
nervios a lo desconocido y ese miedo, diferente al que ahora tenía, que pasó
durante el viaje, pero que le llevó a muchos más.
El cordón umbilical de
sus hijos, la primera muda, los pendientes de su nieta, los dientes de leche de
todos ellos, recuerdos…, necesitaba vivir y sentir cada uno de ellos más que
nunca.
Compró una agenda , y
apuntó en ellas cumpleaños, días señalados y notas que tenían un significado
especial, donde había guardado cada cosa que le ayudaran a recordar, y en ese
instante sonrió, mientras le caían las lágrimas pensando, qué le recordaría que
debía mirar la agenda para recordar.
Sentada encima de la
cama, hizo un repaso de su vida, no había estado mal, se dijo, tenía la vida
más o menos resuelta para los años que le quedaran; Pero no había previsto el
percance que hacía unos meses le había llevado a la consulta. Sus hijos, no
sabían nada.
Aquella mañana de meses
atrás, fue de compras, como cada lunes si no hubiera sido domingo, y regresó
pensando medio sonriendo por el error. No sonrió tanto cuando se dio cuenta de
que no reconocía la calle y empezó a asustarse cuando ni siquiera recordaba
cómo se llamaba la calle donde vivía desde hacía 35 años.
La fortuna de un vecino,
la llevó a casa y pensó que debía estar incubando una gripe, se tomó una ducha
y se acostó.
Empezaron a llegar
duendes a la casa y le escondían las cosas en los sitos más extraños, la ropa en la nevera, la comida en la
lavadora, encontró unas zapatillas en el micro, le escondían las cosas para que
ella no las encontrara.
Pensó que debía contárselo
a sus hijos, pero no encontró el teléfono y decidió ir a la consulta del médico
y que le diera unas vitaminas, porque se dijo, empezaba a chochear.
De nuevo se aterrorizó en
un mundo que desconocía, ese sentimiento de pérdida, todo era ruido y personas
desconocidas, empezó a temblar y sentirse perdida. Miedo, sintió desvanecerse y
caer, y despertar delante de ese desconocido que empezó hacerle preguntas y que
ella respondía porque pensó que debía hacerlo, y le preguntaba cosas extrañas,
¿me puede decir a qué día estamos?, ¿qué día de la semana es?, ¿cómo se llaman
sus hijos?, ¿Dónde vive?, ¿En qué ciudad ..?
Hoy sabe la respuesta, ha preparado una comida familiar y les dirá a
todos, que quiere enseñarles todos los recuerdos, antes de olvidar que lo son.
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